Hace un año atrás, sin penas.
Son las 10:30 y al frente tengo un churrasco palta que me niego a comer. Esto de estar sentada tanto rato, esperando, me da alimento para imaginar escenas. Hasta el momento ya han pasado por acá:
1. Un «tío» con dos «sobrinos»; el «tío» tomó cerveza, ellos dos cafés o tecitos. La «sobrina» colorina le hablaba al «tío» sobre su mamá y sobre su hermano mellizo. Creo que alcancé a escuchar que tenía 16.
2. Una familia aparentemente normal. Dos papás con una hija. Recién, en la misma mesa, se sentó otra familia con la misma composición.
3. Atrás mío logré identificar a un viejo guatón-obeso-obeso que respira raro y me causa cierta suspicacia.
4. Una madre con su hija ya adulta. Es impresionante el parecido que tienen. La misma nariz y el mismo peso, por lo tanto, la misma «papada». La hija está llorando. No pude escuchar bien la razón, pero mientras lloraba parecía «cortar el aire», o sea, estaba recriminando a algo o alguien que no se había comportado correctamente porque se entiende que cuando uno «corta el aire» o gesticula o modula mucho o usa en exceso las manos, es es para hacer énfasis en el camino correcto que debieran tener las cosas (o «La» -¿o «Lo»?- cosa). ¿O me equivoco? En fin, la señora lloraba. Ya no.
5. Una familia: padres y un hijo. Estaban preguntando por el clima. Querían saber si era normal que estuviese nublado. El mozo dijo que era muy normal. Ellos querían ir a Frutillar, por eso preguntaban
Que la desesperación no nos lleve. Que la Paz propia del sentido, de Dios, los llene. Que las oraciones estén en boca de todos y que todas ellas se dirijan a un mismo lugar.
Tengan paz.