Míranos: músicos que a los treinta y tantos seguimos vivos, artistas con patas de gallo y billetes debajo de los colchones. Justamente nosotros, los que sobrevivimos al grunge, a todo tipo de drogas. Nos recortamos el pelo y, a veces, cuando la ocasión lo amerita, nos afeitamos, nos depilamos, nos compramos un vestido nuevo, olemos bien y te palmoteamos la espalda. No morimos a finales de los noventa en alguna gira porque estábamos estudiando y creíamos que había que ser buena gente. Vimos morir a Kurt Cobain. Lo lloramos encerrados en el baño para que nuestros padres no nos encontrasen patéticos. Fuimos testigos de la muerte de Shannon Hoon: lo olvidamos bailando No rain en las fiestas adolescentes. Éramos, para algunos, los nerds, los rechazados; para otros teníamos estilo y éramos cool, alternativos. ¿Y nosotros? Nosotros nos cagábamos en todos mientras sonreíamos evitando hablar demasiado. Hoy nos bañamos en un éxito de bajo perfil. Nos sentimos sabios pues hemos triunfado a nuestro modo. Nos dan alergia los Emos y su pusilanimidad. Acá el que es cabrón sobrevive, no los lloricones. Eso lo deberían saber. Que alguien les haga escuchar The Cure, que patinen en caca, hemos Emos dicho.