Insectos

Déjame que te escriba acerca de esos bichos infestos. De la Iglesia que se caía con el terremoto y nadie corría, yo que tomo de un brazo a mi amiga Francisca y le digo «Ponte debajo de este dintel, acá vas a estar segura. Eso siempre me decía mi papá cuando yo era chica». Y que no, el dintel tenía vidrios, corre hacia afuera Fran. Ponte debajo de este inmenso árbol. Acaba de llover, caen algunas gotas, pero mira qué lindo se ve el sol entre las ramas del árbol. Déjame contarte que me caían pequeñas gotas en la cara. Todo era más claro y fresco afuera. Déjame contarte que no me acordaba que a la niña le habían tenido que sacar el corazón cuando su mamá se había embarazado. Luego de ver hacia el lado veía a mi amiga Francisca con un ex pololo con terminación de ángel -el, no muñones de ala ni nada de eso. Ironía. Un beso. Uno simple, pero complejo. Uno llorando sangre. Uno inocente. Uno abierto. Uno ácido. Uno cálido. Uno asesino de vida. Uno. Uno que me trajo a la cabeza que te había dejado adentro de la Iglesia y que poco me había importado. Mierda, lo dejé adentro con la novia ebria, con la novia blanca de alcohol, pintarrajeada como payaso recibiendo a su hombre. Pero yo no puedo volver. Estoy afuera con este árbol inmenso llenándome de agua, de hombres. Tengo los brazos abiertos como sus ramas y el sol me ciega. No me puedo quitar su abrazo o no quiero. Pero ¿por qué te dejé adentro? Es que no me acuerdo en qué momento. Déjame contarte que cuando estaba afuera con el árbol podría decir que sentía la historia del hombre que se casa con la polite, el hielo, el hielo, la gelidez, porque trata de olvidarse de la que le dice y qué vamos a hacer, la literatura no te va a dar para casarnos. No te va a dar. Bla. Y qué es eso. Yo sé que el dintel no va a dar para soportar la estructura, que van a salpicar vidrios, que van a enterrarse en carne fresca, en las amigas de la novia que vienen llegando de la despedida de soltera, en los ancianos, en los niños y que yo no me quedé adentro porque -quién sabe por qué- quería salvarme y salvar a mi amiga. No sé de qué. No sé bien de qué. Déjame hablarte de los insectos infestos que sentía en mi estómago, los que dicen que no es bueno sentirlos cuando uno se propone algo serio. Déjame hablarte de los bichitos que emergían de la tierra y me entraban en el vestido mientras yo me daba cuenta que la ceremonia se estaba derrumbando. Ahora te busco bajo la tierra. Ahora ya no te quiero buscar. Ahora quiero que seas otro y que hayan insectos, cabeza, dintel y vidrios que atraviesen carne fresca.

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