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¿Cómo es ser una mujer ideal?

RETRATO-MUJER

¿Cómo es ser una mujer ideal? ¿No será que tenemos que preguntarnos primero respecto a qué? Nos sumergimos hoy en un mar de imágenes fragmentadas que nos promueven cómo deberíamos ser las mujeres. Un retoque por aquí y otro por acá, gracias a Dios que Photoshop existe y sigamos adelante.

Vamos chequeando: Cuerpo trabajado, carrera en desarrollo, siempre subiendo obviamente, hijo(s) para completar el esquema “plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo”. Así es la mujer, como se dice una y otra vez hoy en día, “empoderada”. Y de empoderados parece ser el reino de los cielos: Mujeres, estudiantes, trabajadores, niños, animales, hombres… ¿En qué momento se empezó a tratar todo acerca de ponerle el pie encima al otro?

Trato de seleccionar a una mujer que sea ejemplo de vida a los ojos de Dios, pero se me vienen tantas a la cabeza que se agolpan y no sé por cuál decidirme. Puedo nombrar algunas de mis favoritas: Santa Teresita de Lisieux, la mismísima Virgen María, Santa Teresa de los Andes, Santa Teresa de Ávila, Santa Clara de Asís, Santa Hildegarda, Santa Faustina, la escritora Flannery O´connor… pero temo que al quedarme con una sola pierda una de esas tantas cualidades que las adornan.

Sospecho también que si tratara de describir a la mujer ideal enumerando las cualidades de cada una, a modo de hacer una mujer modelo de laboratorio, el resultado sería yo imitando a Mary Shelley cuando creó Frankestein. No quisiera ser injusta ni crear un engendro. Tampoco soy dada a las artes manuales, por lo que aseguro que no podría urdir una buena criatura. Lo que sí puedo hacer es compartir las luces que a mi me guían para entender esto de la feminidad a los ojos de Dios.

Cuando dicto clases de Literatura siempre les he hablado a mis alumnos sobre el camino del héroe, inspirándome especialmente en la obra “El viaje del escritor” de Christopher Vogler. En ella se nos describe el periplo estándar de todo héroe que se puede ver en películas y obras de distinto formato. Y cómo podemos observar al protagonista (no tiene por qué ser una héroe de capa, puede ser incluso un animal o un simple mortal) pasar de su mundo ordinario al ficticio, recibir la llamada a la aventura, rechazarla muchas veces por sentirse incapaz y luego aceptar y pasar a todas las etapas posteriores que lo llevan, de alguna y otra manera, a terminar la hazaña fortalecido y triunfador.

Esta fórmula es la que a nosotros, espectadores y lectores, lograría atraparnos. Es también la que supuestamente permitiría que una obra “funcione”, es decir, tenga éxito. Sospechando que cualquiera de nosotras puede ser uno de estos héroes llamados a la empresa más descabellada que pueda existir, nos situamos en el planeta Tierra siendo mujeres, madres, hermanas, tías, abuelas, etcétera, sorprendidas por una vocación, un llamado a la aventura, que a veces llega como convidado de piedra.

Este llamado a la aventura nos saca de nuestro mundo común y corriente y nos invita a recorrer caminos que nunca han sido transitados, porque son todos distintos y vírgenes. Son caminos que se pueden describir de boca a boca, de generación a generación, pero las rutas y los itinerarios van mutando misteriosamente. ¿Escalofriante? Muchas veces. Ante este escenario es normal haber querido quedarse en la comodidad del mundo común. Pero algo nos hace dar el paso de querer llevar a cabo la empresa desquiciada. Y ese algo es lo que cada una tiene que descubrir.

Cuando escribo estas líneas no puedo dejar de pensar en mujeres de mi vida: Mi madre, mi hermana, mi suegra, cuñadas, mis abuelas, mis amigas. Cada una de ellas tiene historias particulares y podría escribir una novela con sus historias. Todas notables con sus sellos. ¡Qué difícil les fue tejer esa trama que las constituye! Pero creo que a ninguna de ellas les gustaría que hablara de sus intimidades, por lo que eso de “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia” tampoco va a funcionar. En todo caso, de algún u otro modo, querámoslo o no, uno siempre termina escribiendo desde uno mismo, y esto también significa acerca de su entorno.

Me perdonará J.R.R. Tolkien al utilizar una frase de la película basada en su obra “El Hobbit”, que corresponde al momento en que la hechicera elfa Galadriel le pregunta a Gandalf por qué ha elegido al hobbit Bilbo Bolsón para ir a una aventura que parece ser mucho para él. Gandalf le responde: “Yo he descubierto que son las cosas pequeñas de las acciones diarias de las personas ordinarias lo que mantiene a raya a la oscuridad. Actos simples de amabilidad y amor.”

Creo que todos somos un poco Bilbos, con nuestros apegos, comodidades, baja estatura física y moral, pero tenemos vocación de aventura. Santa Teresa de Ávila lo intuyó de manera hermosa al hablar de nuestros castillos interiores, de las moradas, del laberinto al que nos tendremos que enfrentar, porque no todas estamos llamadas a la vida activa, vaya qué necesidad tenemos de la vida contemplativa que nos sostiene como Iglesia en base a sus oraciones y ayuda espiritual.

Cada cual en su llamada, que decíamos puede ser muy disparatada, pero seguramente al final nos hará sentido, como si se tratara de un plan trazado desde la eternidad para el bien de todos, encandilándonos en la meta con la felicidad. Qué necesidad de hacernos conscientes del tiempo que nos queda para poder ser armonía en un mundo chiflado.

Somos combinación de sonidos acordes en la alegría y contenemos en los momentos oscuros. Como cualquier orquesta contamos con varias familias de instrumentos musicales: laicas, consagradas, religiosas, casadas, solteras, etcétera. La obra que será ejecutada depende de todas, de cada una individualmente.

¿Cómo saber cuál instrumento será cada una? ¿Qué le toca a cada una? San Ignacio de Loyola hablaba del “discernimiento de espíritus” en relación a este tema. Saber cuál es la voluntad de Dios y dónde tengo que estar en la Tierra signifca tener en cuenta para qué fuimos creados los humanos, nuestros fines que, como asegura San Ignacio, son alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar (nuestra) ánima.

Entendemos con esto que no hay fórmulas, que tenemos que partir de nuestra libertad, porque Dios nunca nos va a obligar. Pero lo que sí sabemos es que si hacemos un consciente discernimiento, sea lo que sea que decidamos, tendremos que aventurarnos por un camino que nos realizará como personas y que nos completará en el Amor.

Un camino que no siempre será cuantificable y de producción visible, no siempre seremos aplaudidas por el mundo. ¡Si llega el éxito, excelente! Aunque algunas veces el mundo dejará espacio para nuestros talentos, habrá también veces en que sentiremos que nos están poniendo a prueba, pero una prueba dulce porque, tomando en cuenta a dónde nos dirigimos, sabemos que tenemos el triunfo asegurado.

Gabriela Mistral lo dejó por escrito con maestría: “Tengo un día. Si lo sé aprovechar, tengo un tesoro”. Y es justo en este día rutinario cuando podemos estar recibiendo nuestra llamada a la aventura. Con capa o sin ella. Empoderadas en la aventura, por supuesto.

© 2017 – Magdalena Palacios Bianchi para el Centro de Estudios Católicos – CEC

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El buen Charlie Brown

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El 2010 me tocó ir a Minneapolis por circunstancias que Charlie Brown conocería… algo había salido realmente mal. Y, cuando estuve por allá en otoño, con toda la belleza que eso incluye: árboles de colores, el río Misisipi, calabazas afuera de las casas esperando Halloween y una cantidad considerable de ardillas por todos lados, me di cuenta que las plazas y lugares públicos estaban llenas de esculturas y similares de Snoopy y su dueño. Fue cuando me enteré que el creador de este cómic, Charles Monroe Schulz, había nacido en Minneapolis, Minnesota, el 26 de noviembre de 1922. Un hombre que, según cuenta la leyenda, solía tener la misma mala suerte que su creación. El terremoto de la II guerra mundial, en la que participó, lo habría movido a volcar toda su (des)esperanza en su tira cómica.

Ayer estuve sentada en el cine viendo Snoopy & Charlie Brown: Peanuts, la película, y mientras lo hacía reconocía a personas reales en cada uno de los amigos de Charlie Brown. La obra es simple, pero potente en el sentido que nos retrata de manera fiel. Todos, en mayor o menor grado, hemos vivido nuestras guerras mundiales, y en medio o después de ellas nos hemos encontrado con un mentor (¿o anti mentor?), podría decir Joseph Campbell o Christopher Vogler, como Lucy, ese nombre mentiroso que nos habla de la luz, que sin embargo más bien está plagado del terrorismo del racionalismo. Nos paramos frente a Lucy, en su caseta barata de psiquiatra, confiando en ella porque es lo único que nos queda, y ella nos basurea, barre el suelo con nosotros y, para colmo, nos cobra 5 centavos. Nos dice que estamos locos, que valemos nada, que cómo se nos ha ocurrido hacer semejante insanidad. Recuerdo con claridad una vez en que me enfrenté a Lucy cara a cara cuando estaba estudiando Literatura. Lo gracioso es que hasta tenía el peinado parecido, todo remilgado para que el freeze no tuviera espacio en su vida. Ni un pelo fuera de su lugar. Lucy me hacía un examen oral final, no recuerdo de qué ramo. Y en una parte me dijo, molesta, algo así: “¡¿usted escribe acaso para desahogarse?!”. Mi primera intención fue responderle que podría ser, que todavía no lo tenía claro. Pero al fijarme en sus ojos como cuchillos, decidí dar una respuesta políticamente correcta. Cómo hubiese querido que Schulz hubiese estado al lado mío en ese momento a ver qué decía. Claro que creo que Lucy se hubiera encargado de reducirlo a la nada, argumentando que por eso se trataba solo de un autor de cómics y no de literatura trascendental y épica. Pero Charlie Brown es un héroe. Como todos nosotros. Literatos o no. Creadores o no. Bowie lo diría, ¿cierto? Luego de la respuesta que le di a Lucy, ella enfureció aun más, y empezó a ahondar en lo personal, diciéndome que si pretendía hacer un doctorado debería seguir una carrera académica, y que la carrera académica no me permitiría tener hijos, y que si los tenía iban a estar abandonados. Y que si no los quería para qué me iba a casar y bla, bla, bla. Todo esto en medio de un examen. Lucy. El racionalismo. Todos los temores con los que nacemos las mujeres de estos tiempos, todos los discursos revueltos en un tenebroso caldo Maggi sermoneado por la maligna. Sucedió luego que, años después, me casé con Charlie Brown y pasamos a vivir juntos su mala suerte. Pero es como en las hitorias de Schulz: hay días buenos, días malos, otros no tanto. Hijos que iluminan, y Lucys que siempre vuelven a molestar de vez en cuando en voces y caras distintas. La clave está en que Charlie Brown tiene una cara y los otros personajes son la misma cara con distintos peinados y vestuarios. Charlie es nuestro existencialista interior, que a veces cae en el lodo y a veces se ríe de su propia desgracia. Linus nuestra dulzura, Peppermint Patty resolución y Marcia la que lo sabe todo, pero que está más ciega que mi abuela. La niñita colorina, la dulcinea del buen Charles, que pese a su mala pata, como ella misma dice en la película, es un hombre lleno de virtudes. Sí, Charlie Brown es un héroe y lo postulo a trascender en la literatura, en la historia de la humanidad, como a todos nosotros, soldados que hacemos camino, que un día somos calvos y otros días decidimos usar otros peinados, pero siempre en libertad. Siempre que mantengamos la cabeza y no nos ceguemos con la luz.

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El concierto

Título original: Le concert./ Dirección: Radu Mihaileanu./ Año: 2009./ Duración: 119 min./ Género: Comedia./ Interpretación: Alexei Guskov (Andrei), Mélanie Laurent (Anne-Marie), Dimitri Nazarov (Sacha), Valeri Barinov (Iván), Miou-Miou (Guylène), François Berléand (Olivier), Anna Kamenkova (Irina), Lionel Abelanski./ Guión: Radu Mihaileanu; con la colaboración de Matthew Robbins y Alain-Michael Blanc; basado en un argumento de Héctor Cabello Reyes y Thierry Degrandi. Distribuidora: Vértigo films.


“El concierto” comienza aparentando ser una película muy circunspecta. Sin embargo, cuando ya en la primera escena somos testigos de un chascarro del protagonista, nos abrimos al juego. Segundos atrás observábamos en acto a la pomposa orquesta del Teatro Bolshoi de Moscú a tono con quien creímos que era el director, Filipov, el que se nos revela rápidamente como el actual conserje del edificio, quien hace 30 años derramaba su talento como director en la época previa a la Perestroika. Los rumores dicen que el hecho de defender hasta el final a los judíos que componían su orquesta, habrían acabado con su carrera catalogándolo como “enemigo del pueblo”. Por tanto, en su presente lo sabemos conserje, rematado y entregado al alcohol, pero héroe.

No han sido escasos los medios nacionales que han criticado esta obra. La mayoría de ellos aseveran que es una película que carece de verosimilitud, cosa que extraña. El concierto parte, como ya mencioné, diciéndonos que vamos a jugar un rato. Nos da una clara señal con el “despertador”, el sonido del celular en medio de la ejecución una pieza clásica. El espectador concede entonces que luego aparezcan anécdotas risibles, trabajos poco representativos y personajes quizá demasiado estereotípicos. Eso queda de lado, pero tampoco se podría suprimir, porque todos esos detalles y tantos otros le dan un dulzor gracioso a la película. Todo está ahí con un sentido concreto, hay una armonía, como en la orquesta genial y sandunguera, casi hermana de lo latinoamericano-bananero, que luego se atreverá a formar Filipov. Asimismo le damos cabida a que nos recuerden conflictos políticos del pasado sin tomarlos con responsabilidad, soltando los escrúpulos y permitiendo que se nos hable como lo hace un amigo. Da igual que se nos dialogue sobre judíos, musulmanes, homosexuales o comunistas. La gravedad no tiene cabida, la historia y el pasado  es una anécdota en esta narración. Lo importante es la trama, que sin duda es universal: nos habla de perseguir un sueño y alcanzar la verdad. Así de simple. En tono de broma se nos cuenta cómo un hombre talentoso perdió su carrera y piensa tomar revancha, y cómo, por otra parte, una guapa violinista francesa (Anne-Marie) hace todo, vive su vida, toca e interpreta con el sólo fin de encontrar en alguna parte la mirada cariñosa de sus padres, a quienes no conoce. Una historia que cuenta un drama que se juega riendo. Algo así como la clásica La vida es bella, como la muerte a los ojos de un niño o como una noticia que leí hoy en el diario, que relataba cómo una parvularia mexicana había tranquilizado a sus alumnos en medio de una balacera de narcotraficantes, haciéndolos mantenerse seguros en el suelo cantando: “Si las gotas de lluvia fueran de chocolate, me encantaría estar ahí, abriendo la boca para saborear…”. Les aseguro que nadie en su sano juicio habría sido capaz de entrar a esa sala de kinder y haber reprobado la poca verosimilitud de la escena que estaba generando la educadora, como tampoco nadie podría decir qué tienen que ver las gotas de lluvia de chocolate en medio de un tiroteo. Puede que un narcotraficante no piense siquiera en la moralidad o no de matar a quemarropa, pero lo más seguro es que su sentido común le dicte que es al menos malvado entrar gritando a una sala de niños pequeños diciéndoles que las gotas de lluvia de chocolate no existen, que cómo se les ocurre creer en ellas. No saber jugar es pecar de exceso de intelectualidad, criticar una obra por considerarla poco creíble es no haber entendido las reglas del esparcimiento. Si queremos ver en la pantalla tratados, entonces mejor nos quedamos en nuestras casas leyendo enciclopedias o ensayos científicos. Pero que después nadie alegue que cómo llegamos a convertirnos en pedazos de formatos sin sentido o en “caras de guata”, como decía el escritor chileno Luis Alberto Heiremans. Qué peligro convertirnos un día en críticos de cine adheridos al sofá, poniendo todo el cuidado en escuchar cada parte del guión como si se nos fuera la vida, memoriones, asegurando que la ventana esté bien cerrada para no desconcentrarnos con los gritos de los niños que se divierten en la plaza del lado. Esta vez la propuesta concreta es que aprendamos de “El concierto” y lo que su director, Radu Mihaileanu, nos propone. Que entremos en el juego sin condiciones. Mal no lo vamos a pasar, eso es seguro.

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Un respiro.

Investigando qué buenas cosas trae el Festival Internacional de cine Juan Pablo II de este año, me encontré con el trailer de «La última cima», del director Juan Manuel Cotelo. Este documental ha sido un éxito de taquilla en España luego de permanecer 6 meses en cartelera y cuentan que ha sido solicitado en más de 100 países. Con 82 minutos de duración, presenta la historia del sacerdote madrileño Pablo Domínguez, fallecido a los 42 años al descender el monte Moncayo. No tengo muchas palabras para regalar a esta obra, porque aún no se ha estrenado en nuestro país (cuando la vea íntegra seguro que escribiré al respecto), aunque me enteré de un pequeño -y exitoso- preestreno que se hizo en el colegio Santa Úrsula. Lo que sí puedo decir es que el trailer promete bastante. Y que la curiosidad me llevó a ver un par de entrevistas al director y la llama de interés sigue prendida después de eso. Personalmente creo que hay muchas historias como esta en el tintero cerca de nosotros; lamentablemente faltan creadores que se atrevan, falta apoyo, falta que proyectos como éste tengan cabida en los fondos que propone el gobierno y que uno no tenga que andar disfrazando la postulación de algo que no es. Los invito como primer paso a ver algunos trailers disponibles en la web y a difundir para que este documental sea estrenado en nuestro país.

Toda la información del documental y lugar para apoyar a que traigan esta obra a Chile: www.laultimacima.com

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Cine mirándose al espejo

Digamos que fue una coincidencia: este fin de semana arrendé (sin saber bien de qué trataba la trama) «What just happened?» y “Rebobinados”. La primera la elegí porque en la portada salía De Niro y, hasta donde recuerdo, él nunca me ha decepcionado. La segunda la quería ver desde hace un tiempo, sustentándome en la idea de que iba a reír mucho al amparo de Jack Black. Fortuitamente arrendé dos películas que trataban un mismo tema: la crítica a la fórmula hollywoodense de hacer cine. Casualmente las dos no me gustaron del todo en cuanto a su narración, pero, sin embargo, estoy de acuerdo en cada una de sus motivaciones y manifiestos. “Rebobinados”, por su parte, es demasiado lenta para ser una comedia y carece de dinamismo… quizá intencionalmente con  afán de salirse del molde. A pesar de que a los espectadores graves y criticones nos gustaría haber podido modificar de alguna manera el guión de este tipo de películas, hay que decir que da gusto ver que el cine se da el tiempo para reflexionar sobre sí mismo y se burla, llora y ríe a carcajadas en torno a lo que ha llegado a ser. Estas dos creaciones en cuestión nos dejan un sabor amargo a nostalgia cuando terminan, pero también nos abren una ventana en cuanto a lo que nos ofrece el arte audiovisual de ahora en adelante. Es urgente dejar los manuales de escritura de guiones y demases y volcarse hacia dentro de la naturaleza humana, que es donde brotan y nacen las verdaderas historias, las que permanecen en el tiempo y nos dejan un aroma a infinito. Coincidencia o no, hay que saber leer en cómo se tejen los hechos cotidianos.

 

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Primer Festival de Cine Juan Pablo II

La primera edición del Festival del Cine Juan Pablo II, inspirado en los ideales del recordado Pontífice de utilizar el arte para promover la fe, se llevará a cabo  en Miami (Estados Unidos) durante el fin de semana del 30 de octubre al 1º de noviembre de 2009, anunciaron esta semana los organizadores de la novedosa iniciativa.

El Festival «tiene el compromiso de mostrar películas de alta calidad, hechas por cineastas de todo el mundo que ilustren la fuerza de la fe en los momentos de crisis de la persona humana y que enfaticen la belleza, la lucha y los triunfos de la vida diaria», señalaron los organizadores. Laura Alvarado, Co-directora y Coordinadora del Evento, explicó además que «este festival, el festival de la gente, presentará películas que promuevan el amor, la dignidad humana, el respeto, el perdón, la compasión, y todos los momentos críticos y tribulaciones que ponen a prueba al cuerpo y espíritu del ser humano».

«La diversidad cultural y religiosa que ofrece Miami es el campo más fértil para darle vida a este festival interreligioso. Con su belleza geográfica y su clima envidiable, Miami es el lugar ideal para reunir a los cineastas de la fe», señala por su parte Rafael Anrrich, Co-Director del Festival y Director de Comunicaciones.

El Festival Internacional de Cine Juan Pablo II está aceptando el envío de películas en las categorías de largometrajes, cortometrajes y documentales hasta el 15 de agosto.

Todos las películas serán juzgadas de acuerdo a la expresión artística de Juan Pablo II, quien sostenía que «…a través de su creatividad artística, el hombre se asemeja más que nunca a la `imagen de Dios».

Más información: www.jp2filmfestival.com

FUENTE: aciprensa en http://www.aciprensa.com/noticia.php?n=26344

Nadie mejor que vosotros, artistas, geniales constructores de belleza, puede intuir algo del pathos con el que Dios, en el alba de la creación, contempló la obra de sus manos. Un eco de aquel sentimiento se ha reflejado infinitas veces en la mirada con que vosotros, al igual que los artistas de todos los tiempos, atraídos por el asombro del ancestral poder de los sonidos y de las palabras, de los colores y de las formas, habéis admirado la obra de vuestra inspiración, descubriendo en ella como la resonancia de aquel misterio de la creación a la que Dios, único creador de todas las cosas, ha querido en cierto modo asociaros. (Juan Pablo II, Carta a los artistas, 1999)

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Penúltimo capítulo

Castor Americano (Castor canadensis)

Castor Americano (Castor canadensis)

Ya llevaban más kilómetros recorridos de los que a Mónica le hubiese gustado. Desde hace varias horas (más de las que le hubiera gustado a Rafael) se venía quejando de un dolor agudo en la espalda que ahora se venía a incrementar con el frío que había pasado en el transbordador hacia Tierra del Fuego. Ya no sabía qué posición adoptar en el auto, incluso a veces tenía que estirar la silla del copiloto al punto de que los pies de Diego quedaban comprimidos en la parte de atrás del jeep. El yerno no se quejaba e incluso exponía frases como: no se preocupe suegrita, todo sea por su bien. Yo soy joven y lo puedo soportar. Sin duda el hombre que toda madre querría para su hija. Fue justamente cuando Diego pronunciaba una de sus máximas cuando un castor perdido se cruzó en la carretera y Rafael, a pesar de aplicar el freno, lo chocó. Todavía confundido sin saber bien qué era lo que veían sus ojos, salió del auto y se paró al frente del jeep cuando inmediatamente vio que un castor se levantaba y se ponía en alerta presto a una embestida. Nunca habría pensado que una cosa tan tierna y absurda pudiera ponerse en posición de ataque ante un gigante como yo, pensó. Rió y miró al suelo tomándose la espalda para paliar un leve dolor en la zona lumbar, justo en el momento en que el animal aprovechó su distracción y le mordió el zapato, atravesando con sus paletas el cuero del calzado, alcanzando de manera no gentil dos de sus dedos que comenzaron a chorrear sangre.

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Cuenta regresiva

Título original: Knowing/ Estados Unidos, 2009/ 115 minutos/ Mayores de 14/ Director: Alex Proyas/ Actores: Nicolas Cage, Rose Byrne, Ben Mendelsohn.

Partimos en 1959: un grupo de estudiantes pintan dibujos sobre el tema “cómo me imagino el futuro” para ser depositados en una cápsula del tiempo. Una de las estudiantes, una misteriosa niña estilo El Aro, pero un poco más agradable estéticamente, llena frenéticamente su papel con una infinidad de números. 50 años después, sí, el 2009, se realiza una ceremonia en donde se abre esta cápsula y se entrega un dibujo del pasado a cada niño: la hoja con números llega a las manos de Caleb Mylas, hijo de un profesor Ted Mylas (Cage), quien ayudará a descifrar el misterio.
Inevitablemente, cuando veo una película mala me pregunto cómo diablos, en los primeros pasos de querer hacer una cinta de esta especie, un tipo logró presentar la idea de tal historia de una manera atractiva y seria y, aún peor, cómo un productor dijo en el pitching: ok qué increíble, listo, no se hable más, esto me parece una idea genial, se hace. Me pasó esto con Cuenta Regresiva y con la ya comentada Siete Almas. Salí del cine de mal humor, pensando en el derroche de dinero resuelto por un mal equipo y, sobre todo, pensando en la escabrosidad que le entregan a los espectadores como si fuéramos todos unos primates tiernecitos.
Está bien, yo sabía que al entrar al cine estaba disponiéndome a ver una película de ciencia ficción y acepté el reto. Tenía buenas expectativas, lo prometo, cien por ciento motivada. Sin embargo, no hay que ser demasiado inteligente para darse cuenta que toda ficción tiene sus reglas propias y Cuenta Regresiva rompe todas las que ha planteado justo antes del descenlace. De más está decir que los personajes héroes de las películas de ciencia ficción se están repitiendo descaradamente: hay dos posibilidades, para ganarse el título de mártir basta ser profesor o doctor. Ojalá la realidad fuera igual de fácil. Bien, hablaba de las reglas. El protagonista, Ted Mylas, comienza a descifrar el famoso papel y se da cuenta que en él están escritas, en orden, las fechas de diversas tragedias que ya han sucedido (obvio, no podía faltar entre ellas el 11 de septiembre) y eso hace que el espectador se sienta motivado a seguir resolviendo el acertijo. Hay suspenso, tensión, está todo bien hasta el momento. Se nota también que Ted tiene un problema sin resolver con su padre, el que es pastor protestante. Entendemos, entonces, que habiéndosenos mencionado antes de que el protagonista tenía una especie de crisis al pensar que la creación, el mundo y sus circunstancias eran puro azar, algún papel importante tendrá su progenitor, algo le podrá enseñar. Pero no. Luego comienza el sincretismo religioso y evitaré seguir contando el final, aunque sí diré que en general hay que intentar enviar un mensaje simple al espectador. Si queremos que él vea un pollo con papas fritas, entonces démosle tal cosa y no una cazuela. Porque cuando una película ciencia ficción pasa a ser new age, entonces es cualquier cosa. Mejor hubieran hecho una canción o escrito un poema en vez de haber agotado tantos esfuerzos realizando una película. Ideas católicas, mezcladas con protestantismo, masonería, new age, es lo que se puede ver en esta cinta. Se mezcla todo y al final no se da ninguna respuesta. Solucionan la trama con lo que los griegos llamaban el Deus ex machina, por ejemplo que un dios bajara del Olimpo para rescatar a un héroe o que en el último segundo de la tragedia llegara un dragón alado y se llevara volando a la hechicera metida en problemas, un remedio artificial usado como último recurso para explicar una historia que hasta la mitad de la película parecía buena, pero que se les hizo cuesta arriba a los gestores por tener una trama demasiado compleja que los entrampó.
Sinceramente, creo que esto de la crisis tiene realmente con la moral baja a los norteamericanos. Al menos eso es lo que he visto en sus películas de cine popular. Siete Almas y Cuenta Regresiva son una muestra de ello. Ambas tienen un final altamente depresivo que se ve intenta ser esperanzador. Algo está haciendo cortocircuito en esas cabezas creadoras, algo, y en una de esas se da un apagón mayor y quedamos todos chiflados. Al final, ¿podrá bajar alguien del Olimpo para componernos de nuevo?

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Lo que esperamos de Tim Burton

Walt Disney Pictures

Walt Disney Pictures

Hoy se han liberado las primeras imágenes de Alice in Wonderland del  carismático Tim Burton y son sorprendentes, sin duda: nos llenan de esperanzas. Coincidencia o no, la semana pasada pude compartir con un grupo de amigos la lectura comentada de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas del sacerdote anglicano Lewis Carroll. Ninguno de los que integrábamos el grupo daba cátedra sobre el tema, muy por el contrario, tuvimos la suerte de poder hablar desde nuestros distintos ámbitos y experiencias, mientras Lewis Carroll se reía en silencio desde su rincón. Lo cierto es que esta obra es compleja, en un primer acercamiento uno no entiende bien por qué es una obra que está pensada para niños y cómo es que el autor la habría gestado contándole historias a unas niñas una tarde de calor. Fuera de las muchas malas lenguas de pobres fuentes que se puedan referir al británico, es una narración complicada, pero es una historia notable, buena y rescatable.

Una de las cosas fuera de lo común que tiene para la época en que fue escrita es que narrativamente es bastante cinematográfica: carece de explicaciones y se encarga más bien de las acciones, pasan y pasan cosas, mientras nosotros nos preguntamos si se trata de un sueño, de un mundo posible, de un espacio paralelo en el cual no rigen nuestras leyes o qué. Hay que pensar que nosotros, jóvenes o adultos, ya estamos con esos lentes un poco sucios que van de la mano con lo que es crecer y la pérdida de la inocencia. Aunque sabemos todavía que existe el juego y que, gracias a Dios, no todo tiene explicación, que hay que abandonarse y confiar. Nonsense o no, hay algo dentro de Alicia, que no sabemos si más bien era una moraleja para la niña o para el mismo Carroll. Pues bien, Tim Burton quiso hacerse cargo de esta tarea y le concedió a Lewis Carroll el entrar en su juego y atreverse a contar su verdad sobre la historia.

Queda esperar que nuestra especie de fe despositada en Tim Burton no sea en vano.

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Up: sin duda, no hay lugar como el hogar.

Guión y dirección: Pete Docter y Bob Peterson/ Música: Michael Giacchino/ Producción de Pixar presentada por Disney en versión original subtitulada o doblada al castellano/ 96 minutos/ Apta para todo público.

No es coincidencia  que en el 70 aniversario de El Mago de Oz se estrene Up, una película que habla sobre el valor de encontrar el espacio que nos corresponde sobre la tierra. Disney y Pixar no se viene con pequeñeces: a juzgar por mi disfrute de un par de sus creaciones, he llegado a pensar que sólo se  dedican a retratar personajes dignos de clásicos, que perduran en el tiempo y se quedarán por siempre en nuestra memoria como referente de grandes héroes. Esta vez, la unión de estas dos magnas compañías nos regala -envuelta en papel de lujo- una historia llamada Up, un cuento que hace alusión a muchas otras obras que podemos haber visto, como El castillo ambulante de Hayao Miyazaki, pero que resalta por sí mismo con una fuerza admirable.
Pete Doctor, director de  Monsters Inc.  y coguionista de la saga de  Toy Story  y de la memorable Wall-E, nos concede la historia sobre Carl Fredricksen, un anciano viudo y hosco de 78 años, y sobre el niño que se convertirá en su compañero de aventuras, Russell, un boy scout rechoncho de ocho años. Sin duda que Up no se entiende dejando de lado el prefacio que antecede a la aventura: la narración que de manera breve y limpia nos ilustra la infancia de Carl y el encuentro con una pequeña y despeinada amiga que luego se convertirá en su esposa, Ellie. Esta micro historia nos sensibiliza el cuerpo, poniéndonos ansiosos por ver a Carl bendito por algún buen pasar en su vejez, para así contrarrestar el dolor de haber perdido a su compañera del alma.
Comienza el viaje. Carl está motivado por hacerle un homenaje a su esposa fallecida, haciendo volar su casa con miles de globos, para así poder llegar a un lugar al que ella siempre ansió ir. Arriba de esa casa ya se nos ensalza el alma que remata con los paisajes que fueron tomados de locaciones reales de Venezuela, Brasil y Guyana. En medio de este “ensueño”, el hogar de Fredricksen será nuestro punto de referencia durante toda la obra, y de hecho él lo cuida como si se le fuera la vida en ello, reparando siempre en un retrato que tiene de Ellie. Cuando entra en escena Charles Muntz, viejo, mítico y despiadado explorador al que Carl admiraba, vemos cómo la casa comienza a estar en peligro, hasta ya la perdemos y sentimos un crac en nuestro corazón; sin embargo, la historia va más allá. No se queda en la pérdida o no de una vivienda, se trata de que Carl y su pequeño acompañante aprendan a encontrar (¿o a volver?) a dónde pertenecen y que así encuentren su residencia. De este modo, reflexionamos que la CASA no es un lugar físico, es un sitio en donde uno debe estar, el lugar y espacio al que uno pertenece en un momento indicado. Claro, el hogar que tenían Carl y Ellie tuvo su necesaria vida y sentido cuando estaban casados, todos esos años de proyectos, alegrías y penas juntos; ahora que ella ha partido urge que Carl siga viviendo, no vegetando, es elemental que se abra a las oportunidades y a las compañías que le regala la vida, es importante que, como le escribe la misma Ellie, vaya por más. Up es la historia de cómo el anciano Carl Fredricksen descubre su camino de vuelta a casa. Ver Up es reflexionar sobre lo alto, sobre valores universales, sobre lo que se nos olvida. Ver Up es gozar y recordar aquello de lo que estábamos seguros cuando éramos niños. Ver Up es doblar las rodillas ante la nostalgia, ante el amor sin apellidos, ante el juego sin trabas.

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