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Mientras duermes.

Cuando nació Clara perdí mi pluma. Huyó mi capacidad de escribir y con ello muchas neuronas se fueron de paseo. Nadie me había hablado antes de la «arborización». Está bien, me gusta el campo, la vida simple, pero nunca había pensado que tal concepto me iba a influir tanto. Mi doctor me explicó que esto de sentirse tonta con la maternidad no es sólo un sentimiento, es una realidad, ya que con la lactancia y las hormonas involucradas en el proceso, muchas arborizaciones neuronales no están trabajando, se dan un sabático se podría decir, y así uno se concentra en otras tareas más domésticas. Lo bueno es que en teoría esas arborizaciones deberían volver a funcionar cuando la lactancia se haya terminado. En teoría. Mientras, me sorprendo día a día cómo mi guagua va creciendo y logrando más sinapsis y conceptos no manejados por mi, mientras yo soy una ameba parlante. Quizá, dirían los psicólogos, esto tenga que ver también con el tema de fomentar el apego, porque mientras yo me reduzco en inteligencia, Clara crece y así llegamos a un equilibrio en donde las dos vamos a terminar aguseando de tú a tú. La falta de arborizaciones a veces deja espacio para una pequeña creatividad y creo que eso también le sucede a personas aquejadas por patologías como el alzhaimer. Lo he visto personalmente y me lo ha comentado una gran amiga que trabaja en una casa de resposo para ancianos. Creatividad en el lenguaje, creatividad para pensar la realidad. Se les puede olvidar una palabra, pero son capaces de mezclar dos o tres que algo tienen que ver. Claro, es más difícil comunicarse con ellos porque hay que darse el tiempo para entender, pero es un talento que se valora poco en estos tiempos tan rápidos. Sin ir más lejos, y a propósito de nuevo de las arborizaciones, me pasó hoy día que alguien me preguntó cuál era la diferencia entre el lenguaje literario y el periodístico (con tono de que no hubiese tal brecha). Yo, esforzándome por ser políticamente correcta, respondí algo medianamente de manual. Sin embargo, después me quedé pensando y no quedé satisfecha con mi argumentación. Claro, le eché la culpa a las arborizaciones y también a la alergia que produce el polen que emanan en estos tiempos, pero luego se me vino a la mente un pantano y un cocodrilo. Pensé en Tom Sawyer, en el calor que hace hoy en Santiago. En que me gustaría estar bajo un árbol escuchando alguna melodía veraniega. Con Clara y con Pablo, obvio. Todo esto a propósito del cocodrilo, que creo lo instalé en mi mente pensando que podría ser empático con mi causa de la maternidad, deborándose a todo el que se interpusiera, sufriendo estos calores del demonio, acechando astutamente a su presa.

Cuando Clara nació perdí mi pluma, se pausaron las llamadas arborizaciones y fui otra. Gané una vida y otro amor a propósito del primero. Estoy más cerca de la locura y a la vez más feliz y libre. Ya no me dan tanto pudor las cosas y creo que debería botar muchas a la basura, tengo un departamento de accesorios por quemar. No sé cómo haré clases este año con una pasa de cerebro. Entiendo menos, pero comprendo más a la gente. Y me callo porque esto se está pareciendo al falso poema de Borges.

Todo esto mientras mi hermosa Clara duerme. Así supongo que serán los momentos de escribir y leer de ahora en adelante. Literatura mientras duerme.

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