Hoy encontré una especie de cucaracha en el living de mi casa. En vez de matarla, escribí sobre un pedazo de servilleta: “Insecto feliz viviendo en la suciedad” y le hice una flecha apuntándolo. El bichito no se movió ni un centímetro, por lo que cuando mi marido lo descubrió lo aplastó con mi creación. La verdad, eso quería que sucediera, pero bueno, eso es cuento aparte. Justamente hoy quiero hablar de insectos. Todos hemos tenido profesores malvados, aterradores, aparentemente paridos malignos. Yo tuve una: sí, no revelaré su identidad, sólo mencionaré que una vez me estaba maltratando en un examen oral de literatura y me dijo acercándose más de lo que yo hubiese querido: “¿¡acaso usted escribe para desahogarse!? ¡¿acaso usted ocupa a la literatura como su paño de lágrimas!?”. No supe responderle inmediatamente y ella era de las que gustaban de respuestas raudas, como si la inteligencia tuviese que ver con la urgencia. La verdad, en cierto sentido pensaba que sí, que de alguna manera yo “utilizaba” la literatura para desahogarme; sin embargo, no faltaba ser un genio para darse cuenta que –a esa altura- los ojos desorbitados de maestra insana significaban un rotundo no. Creo que debo de haber ensayado una de mis miradas de inocencia brutal, pero ella me respondió con una cara de condena que me persigue hasta hoy. Ese “acaso” volvió a resonar en mi conciencia cuando me leí el libro “El baile” de Irène Némirovsky, No sabía mucho sobre la autora, por lo que después de terminarlo investigué sobre su biografía. Resultó ser que muchos detalles de su vida real estaban efectivamente en el libro, resultó ser que en cierta medida también volcaba sus letras como en un paño de lágrimas. Hoy día soy yo la profesora, y también la que se consuela con un mundo de tinta. Lo que espero de aquí para adelante es no convertirme en la perversa, no adquirir talante de insanidad, aprender a escuchar, leer, escribir, y algún día trazar solapadamente unas palabras sobre ese famoso examen. Quizá la catarsis venga sobre mí y ella cuando se de cuenta de las cosas que se pueden hacer con detalles simplemente, sin siquiera nombrar al personaje principal. Y que reflexione conmigo, sin juzgarme, que no es la vida misma, calcada, lo que uno copia, sino sabores. Colores que sirven y que crean otra cosa. Por lo demás, si se trata de aliviarse, nadie quisiera repetirse el mismo plato, ¿cierto?