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El concierto

Título original: Le concert./ Dirección: Radu Mihaileanu./ Año: 2009./ Duración: 119 min./ Género: Comedia./ Interpretación: Alexei Guskov (Andrei), Mélanie Laurent (Anne-Marie), Dimitri Nazarov (Sacha), Valeri Barinov (Iván), Miou-Miou (Guylène), François Berléand (Olivier), Anna Kamenkova (Irina), Lionel Abelanski./ Guión: Radu Mihaileanu; con la colaboración de Matthew Robbins y Alain-Michael Blanc; basado en un argumento de Héctor Cabello Reyes y Thierry Degrandi. Distribuidora: Vértigo films.


“El concierto” comienza aparentando ser una película muy circunspecta. Sin embargo, cuando ya en la primera escena somos testigos de un chascarro del protagonista, nos abrimos al juego. Segundos atrás observábamos en acto a la pomposa orquesta del Teatro Bolshoi de Moscú a tono con quien creímos que era el director, Filipov, el que se nos revela rápidamente como el actual conserje del edificio, quien hace 30 años derramaba su talento como director en la época previa a la Perestroika. Los rumores dicen que el hecho de defender hasta el final a los judíos que componían su orquesta, habrían acabado con su carrera catalogándolo como “enemigo del pueblo”. Por tanto, en su presente lo sabemos conserje, rematado y entregado al alcohol, pero héroe.

No han sido escasos los medios nacionales que han criticado esta obra. La mayoría de ellos aseveran que es una película que carece de verosimilitud, cosa que extraña. El concierto parte, como ya mencioné, diciéndonos que vamos a jugar un rato. Nos da una clara señal con el “despertador”, el sonido del celular en medio de la ejecución una pieza clásica. El espectador concede entonces que luego aparezcan anécdotas risibles, trabajos poco representativos y personajes quizá demasiado estereotípicos. Eso queda de lado, pero tampoco se podría suprimir, porque todos esos detalles y tantos otros le dan un dulzor gracioso a la película. Todo está ahí con un sentido concreto, hay una armonía, como en la orquesta genial y sandunguera, casi hermana de lo latinoamericano-bananero, que luego se atreverá a formar Filipov. Asimismo le damos cabida a que nos recuerden conflictos políticos del pasado sin tomarlos con responsabilidad, soltando los escrúpulos y permitiendo que se nos hable como lo hace un amigo. Da igual que se nos dialogue sobre judíos, musulmanes, homosexuales o comunistas. La gravedad no tiene cabida, la historia y el pasado  es una anécdota en esta narración. Lo importante es la trama, que sin duda es universal: nos habla de perseguir un sueño y alcanzar la verdad. Así de simple. En tono de broma se nos cuenta cómo un hombre talentoso perdió su carrera y piensa tomar revancha, y cómo, por otra parte, una guapa violinista francesa (Anne-Marie) hace todo, vive su vida, toca e interpreta con el sólo fin de encontrar en alguna parte la mirada cariñosa de sus padres, a quienes no conoce. Una historia que cuenta un drama que se juega riendo. Algo así como la clásica La vida es bella, como la muerte a los ojos de un niño o como una noticia que leí hoy en el diario, que relataba cómo una parvularia mexicana había tranquilizado a sus alumnos en medio de una balacera de narcotraficantes, haciéndolos mantenerse seguros en el suelo cantando: “Si las gotas de lluvia fueran de chocolate, me encantaría estar ahí, abriendo la boca para saborear…”. Les aseguro que nadie en su sano juicio habría sido capaz de entrar a esa sala de kinder y haber reprobado la poca verosimilitud de la escena que estaba generando la educadora, como tampoco nadie podría decir qué tienen que ver las gotas de lluvia de chocolate en medio de un tiroteo. Puede que un narcotraficante no piense siquiera en la moralidad o no de matar a quemarropa, pero lo más seguro es que su sentido común le dicte que es al menos malvado entrar gritando a una sala de niños pequeños diciéndoles que las gotas de lluvia de chocolate no existen, que cómo se les ocurre creer en ellas. No saber jugar es pecar de exceso de intelectualidad, criticar una obra por considerarla poco creíble es no haber entendido las reglas del esparcimiento. Si queremos ver en la pantalla tratados, entonces mejor nos quedamos en nuestras casas leyendo enciclopedias o ensayos científicos. Pero que después nadie alegue que cómo llegamos a convertirnos en pedazos de formatos sin sentido o en “caras de guata”, como decía el escritor chileno Luis Alberto Heiremans. Qué peligro convertirnos un día en críticos de cine adheridos al sofá, poniendo todo el cuidado en escuchar cada parte del guión como si se nos fuera la vida, memoriones, asegurando que la ventana esté bien cerrada para no desconcentrarnos con los gritos de los niños que se divierten en la plaza del lado. Esta vez la propuesta concreta es que aprendamos de “El concierto” y lo que su director, Radu Mihaileanu, nos propone. Que entremos en el juego sin condiciones. Mal no lo vamos a pasar, eso es seguro.

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Desodorante para olores adolescentes.

Recuerdo –a veces vagamente- los días de colegio cuando ya había entrado a la tan temida era de los teen. El exceso de ego o quizás compañeras algo hechas en serie y por eso no muy recreativas, me hacían abrazarme a la música. No digamos que era tan original, lo mío era Nirvana y Blind Melon específicamente. Genial, justamente había elegido a dos bandas cuyos líderes eran los más desiquilibrados. Yo juraba que Shannon Hoon era una especie de enviado que de vez en cuando se encargaba de enviar sus mensajes espirituales a sus seguidores. Y bien, la diversión no me duró mucho. Todos sabemos cómo terminó la cosa: Cobain se suicidó de un escopetazo, Hoon se fue de sobredosis. Ahora me da vergüenza extrema recordar cómo lloré esas dos veces, como si esas dos personas hubiesen tenido alguna relevancia en criarme, como si me hubiesen protegido de todo lo que me atormentaba.

Desde hace un tiempo que vengo escuchando a Pearl Jam, que en mi época adolescente eran demasiado poco agresivos para mi postura. Los miraba en menos, eran muy suavecitos para lo que yo necesitaba. Esta especie de pusilanimidad que les confería no me dejaba disfrutar de lo que pudiesen crear. Pero ahora no quiero hablar de música, o sí en parte, lo que me interesa expresar es que he estado reflexionando entorno a la figura del héroe contemporáneo. Y he llegado a la conlusión que ni Cobain ni Hoon lo son, tampoco son mártires como muchos proclaman, el verdadero ejemplo de héroe acá es Eddie Vedder, un sobreviviente. Un hombre constante, perseverante, que no se quedó en la nube de lo que él podría llegar a ser algún día. La verdadera guerra es instalarse en medio del escenario y caminar derecho, hasta donde se permita que lleguemos, no salirnos por un camino más fácil o decir “corten” antes de que el director lo haya anunciado. Definitivamente no son artísticos los sesos repartidos en el suelo ni el vómito a propósito de una intoxicación. Es irreversible dejar a un hijo sin padre o a una mujer sola en la tarea de criar. Ésa no es una muerte bella, ni aquí ni en Grecia tantos tantos años atrás. Un muerte bella es haber avanzado con un traje más o menos parecido toda la vida, haber lidiado con cada una de las cargas y felicidades que iban saliendo al paso, no haber escapado de la guerra, sin embargo ser un sobreviviente, haber despedido a muchos con el alma desgarrada y, luego, morir un día cualquiera que no elegimos rodeados de nuestros queridos, los que (peleas más o menos) nos llevaron un poco más allá de nuestro ego.

Este desodorante ambiental pide a gritos que los destacados sean los que se les ha acabado la paciencia y han vuelto a recobrarla. Los que se cansan, paran, y después vuelven a comenzar. Los que en el fondo saben y entienden que no debiera existir “basta”.

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Relaxation channel

Dejaré de explicar y mostraré algunas cosas del baúl. Por ejemplo, a una tal Sofía que vuela en avión al sur de Chile. Le da miedo, es ese temor irreconciliable  con su racionalidad que le grita a cada minuto sus debilidades. Bah, le queda la música, ahí está. Viaja en clase económica y apreta unos audífonos que le acaba de pasar la azafata. Sus manos están medio mojadas, le sobran, en todos los desastres que imagina no le sirven para nada. Es, ella entera, una piel fofa y a la vez pequeña que no alcance a ayudarse a sí misma. Se queja, pero le queda ponerse esos audífonos y concentrarse en el canal 5 «relaxation channel» en donde el piano de Geoge Winston la ayuda a olvidar.

Sofía quiere hacer un milagro. Ojalá la dejen.

Sofía desaparece de mi memoria y ya casi no la vislumbro. No es mi personaje, fue un regalo. No la puedo amoldar aunque quisiera. Me faltan y sobran signos ortográficos para contar su historia.

¡Tengo tantas ganas de ver una maravilla en el país de lo doméstico!

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Lo bello y lo triste

Cada vez que escucho la música de la que fue algún día una niñita colorina, me remonto al pasado, específicamente a los árboles, el verano, el agua. Puedo estar en un taco horrible de autos histéricos, pero cierro las ventanas, subo el volumen y pareciera que estoy armando mi carpa cerca de un lago cobijada por una temperatura perfecta. Qué cambio en el alma se produce con las notas y la voz, lo desconozco, pero es real: soy testigo. Al respecto, hace un tiempo pude ver un trozo de un documental de National Geographic Channel, “My music brain”, en donde se nos muestra cómo procesa la música nuestro cerebro. Todo esto de la mano de Sting, quien,  según entiendo, vendría a ser como el “conejillo de indias” en todo este experimento. Mirando fijo a estas explicaciones que al final no terminan por delinearlo todo (aunque el documental en cuestión es notable y bien vale aplaudirlo de pie), nos quedamos nostálgicamente con la niñita colorina que sigue cantando a nuestro oído y nos lleva lejos de lo bello y lo triste. Ella sabe darnos justo lo que necesitamos en el momento correcto, como si las notas se acomodaran a nuestra fortuna.

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Leche condensada de chocolate

Me mata la nostalgia de un compositor que manejaba el verso y la prosa a la perfección. Yo, nada con el verso, me da un pavor que me inutiliza. A veces me da urticaria, pero eso no significa nada, son cosas del alma adolescente, algo queda de ella, aunque esté cada vez más lejos de eso. Lo mío es la narración, eso creo. He escrito historias ficticias, he rondado cuentos personales, he narrado biografías de escritores chilenos, genios, cuasi olvidados y pseudos amados. No sé hacer que me escuchen o no quiero en realidad. Soy una melancólica. Me liquida la melodía que me trae este compositor: tan elevada que vuela sola y se sueña a sí misma, como las realidades perfectas. Es posible que muera al igual que él, en un hotel hecha un indigente, desheredada de mis talentos. Es permitido que me coma esa muerte como la más dulce y la transforme en una historia amable. Tengo el permiso para creer que esa composición es un regalo para el que quiera volver a recrearla, esta vez, quizá, con un final feliz y no morir de hambre, sino sobrealimentada, cebada, con una lujosa leche condensada de chocolate.

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San Pedro recibe a LeRoi Moore

Habrá fiesta y rock en el Cielo. Están todos invitados.

Leroi Moore falleció ayer en el Presbyterian Medical Center de Hollywood, a consecuencia de las heridas que sufrió en un accidente automovilístico, el pasado mes de junio.

EFE

El saxofonista y miembro fundador de la Dave Matthews Band, Leroi Moore, murió ayer a los 46 años, en el Presbyterian Medical Center de Hollywood, en Los Ángeles, tras una repentina complicación, luego de protagonizar un accidente automovilístico, el pasado mes de junio, según informa Billboard.

El músico sufrió una perforación de pulmón y varias costillas rotas, lo que le obligó a abandonar el resto de la gira musical de la banda, y tuvo que ser sustituido por Béla Fleck y Jeff Coffin, miembro de The Flecktones.

Tras ser dado de alta, Moore regresó a su casa de Los Ángeles para iniciar un programa de rehabilitación, sin embargo, y luego de presentar algunas complicaciones, tuvo que volver a ser hospitalizado el 17 de julio.

Aún no está claro a qué se debieron las complicaciones en su estado de salud.

El saxofonista, nacido el 7 de septiembre de 1961 en Durham (Carolina del Norte) fundó la banda en 1991 junto con el guitarrista y cantante sudafricano Dave Matthews, apostando por la mezcla de sonidos folk, rock y jazz.

Moore era un músico polifacético que le gustaba participar en sesiones de improvisación en las que mostraba sus dotes con los distintos tipos de saxofón (bajo, barítono, tenor, alto y soprano), así como la flauta y el clarinete bajo.

Según la web oficial de la Dave Matthews Band, la principal influencia de Moore, que recibió primero una formación clásica, fue el jazz.

Precisamente fue esa formación la que le permitió tener los conocimientos para improvisar y probar nuevas ideas. Eso le llevó a emprender algunos proyectos aparte del grupo, como el álbum «Code Magentàs».

Actualmente la banda estaba compuesta por Dave Matthews (voz y guitarra), Boyd Tinsley (violín), Stefan Lessard (bajo), Carter Beauford (batería y percusiones) y Leroi Moore (saxofón y flauta). Entre sus éxitos están «Remember Two Things», «Under the Table and Dreaming», «Stand Up», «Crash», «Busted Stuff» y «Everyday».

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(H)emos dicho

Míranos: músicos que a los treinta y tantos seguimos vivos, artistas con patas de gallo y billetes debajo de los colchones. Justamente nosotros, los que sobrevivimos al grunge, a todo tipo de drogas. Nos recortamos el pelo y, a veces, cuando la ocasión lo amerita, nos afeitamos, nos depilamos, nos compramos un vestido nuevo, olemos bien y te palmoteamos la espalda. No morimos a finales de los noventa en alguna gira porque estábamos estudiando y creíamos que había que ser buena gente. Vimos morir a Kurt Cobain. Lo lloramos encerrados en el baño para que nuestros padres no nos encontrasen patéticos. Fuimos testigos de la muerte de Shannon Hoon: lo olvidamos bailando No rain en las fiestas adolescentes. Éramos, para algunos, los nerds, los rechazados; para otros teníamos estilo y éramos cool, alternativos. ¿Y nosotros? Nosotros nos cagábamos en todos mientras sonreíamos evitando hablar demasiado. Hoy nos bañamos en un éxito de bajo perfil. Nos sentimos sabios pues hemos triunfado a nuestro modo. Nos dan alergia los Emos y su pusilanimidad. Acá el que es cabrón sobrevive, no los lloricones. Eso lo deberían saber. Que alguien les haga escuchar The Cure, que patinen en caca, hemos Emos dicho.

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Love is in the air

El año pasado tuve la suerte de ir a ver el concierto de Dolores O’Riordan en Chile. Fue un concierto notable, gracias al carisma de la cantante, que se dobla y desdobla como si fuese un juego. Pero no quiero hablar de ella en esta ocasión. O más o menos. Quiero hablar de la canción «Yeat´s grave» de The Cranberries y de otras cosas. Actualmente les da por decir a los chilenos que nos parecemos mucho a los irlandeses y se supone que es por un asunto de desarrollo económico. Yo, la verdad, no sé, sé muy pocas cosas. Lo que sí sé es que tanto en Chile como en Irlanda hay muy buena Literatura y que la canción de este grupo irlandés bien vale un momento de atención. William Butler Yeats (1865-1939), uno de los mayores escritores irlandeses del siglo XX, da motivo a esta canción. El Premio Nobel irlandés tuvo una poderosa historia junto a Maud Gonne, una bella actriz y reconocida activista política que le puso en contacto con el Movimiento Nacionalista Irlandés al que pertenecía. En resumen de los tira y afloja de la relación, Yeats se involucró en la lucha por la independencia de Irlanda, especialmente en la rebelión conocida como Easter Rising de 1916, cuando los nacionalistas irlandeses se enfrentaron sin éxito a los británicos que ocupaban el país. Se dice que Yeats estaba desesperadamente enamorado de esta actriz, quien siempre rechazó sus propuestas de matrimonio y prefirió casarse con el Mayor John Macbride, uno de los líderes de aquel levantamiento nacionalista ejecutado tras los disturbios. La fracasada historia de amor entre Yeats y Maud Gonne se refleja en varios de los poemas de este autor: Adam´s Curse, también en No Second Troy y en Easter 1916. En la canción que nos ocupa, The Cranberries hacen referencia a los protagonistas de este particular triángulo amoroso (Yeats, Maud Gonne y MacBride). Además, Dolores O´riordan recita el poema No Second Troy dentro de la canción.
Y es así como poner atención a la letra de una canción mientras vamos manejando el auto, nos lleva a querer leer y saber más sobre William Butler Yeats. Otra vez, la Literatura y la Música de la mano y empujándose.

Yeat´s grave

Silenced by death in the grave
W B Yeats couldn’t save
Why did you stand here
Were you sickened in time
But I know by now
Why did you sit here?
In the GRAVE

W.B. Yeats «Second»

Why should I blame her,
that she filled my days
With misery or that she would of late
Have taught to ignorant men most violent ways
Or hurled the little streets upon the great
Had they but courage
Equal to desire

Sad that Maud Gonne couldn’t stay
But she had Mac Bride anyway
And you sit here with me
on the isle Inistree

And you are writing down everything
But I know by now
Why did you sit here
In the grave…

Why should I blame her
Had they but courage equal to desire

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